martes, 15 de enero de 2013

¡Un año sin fumar!




Pues sí, amiguitos: Un año sin fumar. Quién lo diría. 



Como buen ex fumador siento la necesidad de solemnizar esta efemérides entregándome a una suntuosa ceremonia de sana egolatría; una liturgia consistente, claro está, en chulearme (como la ocasión merece) ante las miradas atónitas y embelesadas de todos esos fumadores incapaces de abandonar el tabaquismo por obra y gracia de su pobreza de voluntad y escasez de amor propio. Claro, este es ese agradable momento en que todo se reduce a reconocer que dejar de fumar comporta un gran número de beneficios y festejos que los débiles de espíritu jamás experimentarán. 


Sí, los ex fumadores estamos legítimamente orgullosos de haber aniquilado “El Vicio”. Tal sentimiento inflama formidablemente nuestra autoestima, es evidente. Pero no obstante... 

No obstante (como decía), existen ciertos aspectos relacionados con el abandono de esta maldita drogodependencia que requieren cuanto menos un escueto análisis... Digamos que “No todo lo que sale del horno es pan”. Muchas de esas cositas que los hipnotizadores tratan de injertar en el interior de nuestros condenados cráneos no son del todo ciertas... Vale, dejar de fumar es cojonudo, pero... ¿No será todo una especie de “Retablo de las Maravillas”? Veamos... 

1.- Mejoría “casi inmediata” de la salud 

Siempre me ha impactado leer que muchos de los beneficios derivados de “dejar de fumar” se manifiestan a los pocos minutos de “dejar de fumar”... Los niveles de monóxido de carbono en sangre empiezan a disminuir, el pulso y la presión arterial se normalizan, una gran Paz se abre hueco en nuestro aparato excretor... Joder, yo no recuerdo haber sentido tal éxtasis a los pocos minutos de apagar mi último cigarrillo, sinceramente. Sé que descuarticé una almohada cervical con los dientes aquel primer día, pero mi siempre hospitalaria memoria no consideró pertinente almacenar datos relacionados con ninguna clase de sensación placentera. De modo que no os hagáis ilusiones: no esperéis sentir algo que no sea un monazo de puta madre. El mono es el mono. Y el mono es malo y cabrón. 

2.- El Despertar de los sentidos de olfato y gusto 

Ya. El asunto de los sabores depende en gran medida de los hábitos alimenticios del ex fumador. Es muy probable que alguien acostumbrado a comer las cosas muy saladas  empiece a necesitar echar menor cantidad sal en sus platos, pero seguramente no percibirá esa explosión de sabor que prometen los hechiceros. En cuanto al olfato... Sí, ciertamente despierta. Especialmente cerca de las alcantarillas. 

3.- Aumento de la capacidad física 

Estoy convencido de que aquellos ilusionados con participar algún día en la maratón de Nueva York, el Tour de Francia o simplemente en la ascensión a las cumbres del Empire State tendrán ocasión de valorar en su justa medida los beneficios de haber dejado sus pulmones relimpios. No es mi caso. Vivo en un piso bajo; ni siquiera tirándome por la ventana varias veces al día conseguiría suicidarme apropiadamente. 



4.- Mejora del aspecto (estético) 

Bueno, quizá no siempre exista gran margen de “mejora”... Bromas aparte, mi experiencia tendría que servir como ejemplo para haceros conscientes de que no vais a ser más guapos cuando dejéis de fumar. Vuestra piel no estará más suave y lustrosa debido al aumento del flujo sanguíneo; los dientes no se os pondrán blancos y resplandecientes y las bolsas de los ojos permanecerán allí, amoratadas y desafiantes. Además, vais a engordar un poquito. O bastante. Mucho, en algunos casos. Esto es absolutamente cierto y una circunstancia contra la cual os resultará inútil oponer resistencia. Diré aún más: no sólo vais a engordar vosotros, sino también quienes os rodean. En efecto, también ganan unos kilitos quienes dejan de ser fumadores pasivos. Mi perro salchicha, por poner un ejemplo, dejó de parecerse al producto que da nombre coloquial a su raza para tomar el aspecto de una col lombarda. La gente, implacable, no pierde la ocasión de recordárselo: “¡Estás mucho más gordo, Ronnie O´Sullivan!”, le dicen a mi perrillo... Pero a él no le importa. Es tontísimo, el pobre. 

5.- Dormiréis mejor 

Esto es falso. 

6.- Las ropas dejan de oler mal 

Es verdad que al poco tiempo de ser ex fumadores vais a daros cuenta de que toda vuestra ropa huele salvajemente a carnero ahumado. Bien, eso es algo cuya solución encontraréis en zocos, mercadillos y bazares... Porque el olor a tabaco no abandona la ropa ni a tiros, chiquitines. No se irá nunca, hay que comprar ropa nueva. En cualquier caso, una vez hayáis adquirido nuevo vestuario, recordad que haber dejado de fumar no hace milagros: tendréis que ser incluso más minuciosos en lo tocante a la higiene de lo que fuisteis antes, pues el olor del tabaco ya no estará allí para enmascarar vuestra desidia. 

7.- Gastaréis el dinero en hacer realidad vuestros sueños 

Eso sí. Yo, por ejemplo, me compré una bicicleta y toda la equipación precisa para recorrer el mundo sobre dos ruedas. Y sabe Dios que lo haría, eh... Pues claro. Lo que pasa es que no tengo tiempo. Ni dinero. 

8.- Aumento del apetito y vigor sexual 

Yo no he notado nada, afortunadamente. Sólo me faltaba eso. 



9.- Se reducirá vuestro Estrés 

Bueno, seguro que sí. Pero a largo plazo... No tengáis prisa en percibir cómo vuestro estrés disminuye: eso os estresará todavía más. Dejadlo fluir. 

10.- Fin de la esclavitud 


"¡Si liberarme de mi adicción al tabaco me convertiría inmediatamente en esclavo de otra cosa...! En un maldito esclavo del “no fumar”, podría decirse... He leído y escuchado historias dramáticas de ex fumadores que se pasan la vida soportando pesadillas en las cuales, los pobres, han vuelto a fumar. ¿Acaso es eso bueno para la salud de un cerebro? ¿Qué clase de perturbado podría encontrar reconfortante la tarea de introducir en su propia calavera nuevos monstruos, demonios y enemigos?" 

Bueno... Como veis, una cosa es cierta: Dejar de fumar es cojonudo. Anda que no.


sábado, 10 de marzo de 2012

55 días sin fumar



Cuando apagué aquel último cigarrillo, hace ya cincuenta y cinco días, era consciente de lo que me esperaba: una puta visita al Infierno. 

Así fue. Y embelesado por mi auto-inmolación decidí embravecer tal Sacrificio releyendo algunos capítulos de mi novela "Dejar de fumar es imposible", pues odio leer mis textos. 

Ocurrió algo entonces. Un suceso paranormal. Comprendí que la mayor parte del apoyo que necesitaba en aquel instante lo llevaba yo a cuestas, sobre mis hombros, encarcelado en mi maldito cráneo, sí. Y llegué a tal conclusión cuando un personaje de mi propio libro, el Director de una disparatada terapia "anti-tabaco", alguien a quien yo mismo había creado, se puso en contacto conmigo... 

Yo había escrito estas palabras, pero me sonaron aquel día como si realmente estuviera pronunciándolas otra persona, y dirigidas a mí:

   -Fíjense, hay algo que no entiendo... Sólo una cosa es imprescindible: que ustedes estén seguros de que desean dejar de fumar. Si dicho deseo es sincero, entonces el sueño se hará realidad. No lo duden. Porque cuando vayan a encender un cigarrillo estarán expuestos a dos anhelos contradictorios: por un lado, el deseo de inhalar todo ese humo que su cigarrillo les promete, y con ese humo las sustancias a las que son ustedes adictos; por otro lado, aparecerá el deseo de no hacerlo, de no encender esa cosa que no aporta nada bueno a sus vidas. Todos somos adictos a este deseo, pues se trata ni más ni menos de nuestro instinto de conservación. Es una adicción genética, algo a lo que ni el más intrépido de los seres vivos puede dominar o poner cortapisas. Pienso que... 

   Herbert Montejano se puso en pie y comenzó a pasearse a lo largo y ancho del hangar acariciándose la perilla con aire muy pensativo. 

   -Exacto, sí -murmuró como si estuviese reflexionando en voz alta-. Es eso lo que no llego a comprender... Porque, claro... Ustedes quieren dejar de fumar; si no quisieran es obvio que no estarían aquí. Y dejar de fumar es algo tan sencillo como no encender el próximo cigarro. Eso es algo que se puede hacer, ¿no? Evidentemente. Si dejar de fumar dependiera de alguna otra cosa... Si requiriese algún tipo de entrenamiento, por poner un ejemplo... En tal caso podría darse la posibilidad de que alguien que deseara dejar de fumar no pudiese hacerlo. Pero no es así. Ustedes pueden dejar de fumar. Sin embargo, no lo hacen. Sólo se me ocurren dos cosas: puede ser que en realidad no quieran dejarlo; creen que sí lo desean, por las razones que todos conocemos, pero internamente, de un modo inconsciente y totalmente irracional, no quieren dejar de fumar. La otra solución que le encuentro al enigma es mucho más sobrecogedora: no sólo pueden dejar de fumar sino que además quieren hacerlo en todos sus niveles de consciencia... Lo que ocurre entonces es que “creen” que no pueden. Dios bendito, eso raya con la esquizofrenia...

No sé... Cincuenta y cinco días después de abandonar el tabaco siento la necesidad de animar sinceramente a todos los fumadores a mandar esa mierda a la mierda. Es jodido, sí, pero está de puta madre.


martes, 13 de diciembre de 2011

Hablando de calamares y moscas
















Un estudio publicado en la prestigiosa revista científica Current Biology transformó en obsesivo mi interés por los calamares. El reportaje analizaba comportamientos insólitos de ciertos moluscos bioluminiscentes, en concreto uno que me llamó mucho la atención. Al parecer, cuando los calamares macho entran en contacto con determinado compuesto químico presente en el exterior de los huevos puestos por los calamares hembra, esos pobres diablos olvidan protocolos y cortesías que a nada conducen para sumirse en un estado de agresividad incontrolable. Simplemente con tocar un huevo, con solo rozarlo, cada macho siente la necesidad imperiosa de entrar en combate con todo bicho viviente que se le ponga por delante, especialmente con el resto de los machos de su propia especie, incluso aunque las hembras no estén presentes. Según aquellos investigadores, este hallazgo representaba "la primera prueba concreta de una feromona de contacto que induce a la agresividad en un animal acuático".


Sueño muy frecuentemente con calamares, bien lo sabe mi psicólogo. Ese hombrecito de dos metros lleva mucho tiempo soportando mis historias de calamares, quizá demasiado. Intuyo que incluso percibe aromas oceánicos en cuanto me ve entrar en su despacho. A esta circunstancia se debió, muy probablemente, que la semana pasada el tipo tuviese la ocurrencia de comentarme, sin venir a cuento, una noticia colosal: científicos españoles han reconstruido en 3D una parte del cerebro de una mosca Drosophila melanoganster. 



Lo cierto es que llevo ya varios días sin pensar tanto en calamares. Claro, si hubiera sido reconstruido el cerebro entero del insecto... En ese caso, mi dibujo no existiría. Sin embargo, lo que reconstruyeron los sabios fue "una parte" del cerebrito de la jodida mosca. Eso es bien distinto, un avance de monumental envergadura, qué duda cabe. 




En fin, así es como imagino yo un trocito de cerebro de mosca. El dibujo se llama, por supuesto,  "Reconstrucción en 3D de una parte del cerebro de una mosca Drosophila melanoganster"


Precio a convenir.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Mi propia granja de contenidos



Cuando,  con expresiva melancolía, comenté a mi amigo Plinio Torres que la revista digital de la cual he sido colaborador durante año y medio podría convertirse próximamente en una "granja de contenidos", el pobre diablo se encogió de hombros y murmuró:

-¿De qué cojones hablas?

Traté de ser indulgente con su ignorancia e improvisé en su honor un minucioso retrato verbal que describía con sorprendente objetividad la anatomía de mi añorada Suite101.net... Le hablé de la creación de artículos, de los ladillos, de los enlaces internos; de las palabras clave, del fraude de click, de las alas caídas...


Hasta tal extremo fue adquiriendo prestancia mi discurso que, embelesado por el sonido de mi propia voz, perdí la cabeza y acabé hablando en inglés a mi pobre Plinio acerca del "Search Engine Optimization" (SEO), de la temibles "Content Farms" y hasta de una maldita cosa llamada "Spamdexing". Como era de esperar, llegados a este punto, Plinio decidió hacer uso de todos los conocimientos que había adquirido a lo largo de su efímera estancia en los suburbios de Liverpool:  

-What the fuck are you talking about?

Bien, una cosa es ser un ignorante y algo muy distinto ser un desalmado. Pero alguien dotado de ambas características resulta sin duda peligroso para la salud pública. Esto precisamente iba yo a replicar cuando Plinio tomó de nuevo la palabra:  

-Bueno, mi padre se fue una mañana a trabajar al banco con una media de nylon guardada en el bolsillo de su abrigo. Aseguró a todo el mundo que no pensaba robar el banco, sólo quería provocar una situación que pudiera posteriormente implantar en su diario... Además de comprobar si tenía las agallas que hacen falta para catar las sensaciones que produce estar en el interior de un banco con la cabeza metida en una media. Se encerró en su despacho y se puso la media. Allí había un espejo, según creo... Mala suerte. Miró al espejo y tuvo que quitarse la media de inmediato. Después reflexionó. Efectivamente, algo había sentido, algo abismal, inmenso. Un espejo no debía subyugarle hasta ese punto. Un espejo no es nada. Volvió a meter la cabeza en la media y, esta vez sí, sopesó la invitación del presente. Con sólo abrir la puerta de su despacho dejaría de ser un miserable. Tal vez dejó de serlo, pero se convirtió en un neurótico. Nunca abrió esa puerta... A partir de aquel día no pudo acudir al trabajo sin su media. Se la ponía nada más llegar y sólo se la quitaba cuando tenía visita. Le hizo un pequeño agujero a la altura de su boca. De este modo no tenía que quitársela ni siquiera para hablar por teléfono... Una mañana se dio cuenta en el autobús de que se le había olvidado la media. Volvió a casa a buscarla. Ya no podía vivir sin ella, sin las sensaciones que le hacía experimentar...


Si bien mis dudas en lo concerniente a la salud mental de Plinio habían nacido mucho tiempo atrás, debido en parte a lo incomprensible que siempre me resultó su costumbre de dar largos paseos por el cementerio ataviado con un vestido negro y una cofia, fue sin embargo aquella tarde, en las entrañas de su modesta residencia, cuando por primera vez creí comprender que mis conjeturas eran aún más certeras de lo que jamás había sospechado.

En fin... Al final, Plinio compró mi dibujo, eso era lo importante. Sí, el que podéis contemplar en el inicio del relato. Lo miró detenidamente y, después de recitar con aire desmayado el nombre la obra ("Sioux cuyo nombre me resulta difícil recordar"), me dijo:

-¿Lo ves? Cada persona es, en esencia, una jodida granja de contenidos. No entiendo por qué estás tan enfadado...


jueves, 3 de noviembre de 2011

Exposición "Hijas de Radomir"


Algún día tendré el honor de ver mis dibujitos colgados en las pareces de un bello lugar... Una galería luminosa con puertas triangulares en cuyo interior habrá un irlandés tocando el arpa.

Bueno, dejaré el tema de la decoración para los expertos. Sólo exigiré rigor en el cumplimiento de una condición: que no exista esa línea que tantas veces he visto en los suelos de las exposiciones de arte, esa barrera que nos impide acercarnos a las obras. Recuerdo que en cierta ocasión, atraído por la minuciosidad primorosa de una pintura impresionista, pisé involuntariamente aquella línea... Alguien se me echó encima utilizando un discurso violento: "¿Es que no ve usted la raya?", me dijo... "Perdone -contesté-. El problema es que yo vine aquí a ver arte, y no rayas. Precisamente ayer tenía muchas ganas de ver rayas; por eso estuve toda la mañana en el zoológico mirando a las cebras".

Fui expulsado de aquella exposición. Algo que no sucederá en ningún caso a quienes decidáis pasar dos minutos y medio en la compañía audiovisual de las "Las hijas de Radomir". Estáis todos invitados.





domingo, 23 de octubre de 2011

Las hijas de Radomir

"No creo en los Dioses, tampoco en la Ciencia...;
 solamente creo en la hijas de Radomir." 

"Radomir tuvo unas cuantas hijas"


"Y todos querían matar a Radomir"


"Presa fácil"








"Cielos llenos de trigo"





viernes, 26 de agosto de 2011

Dejar de fumar es imposible (si sabes cómo)


Nada me hacía intuir cuando comencé a vertebrar esta novela que mis disparatadas cavilaciones acabarían siendo diseccionadas por ilustres personajes del panorama literario actual. Fue, por tanto, una sorpresa maravillosa para mí leer aquello que la escritora Fina Casalderrey, Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 1996, comentó en su día acerca de mi libro: "Un escrito muy lúcido, lleno de chispa e ironía, que me arrancó sonrisas y reflexiones; y, lo más importante, me lo he pasado bien sin haber sufrido ningún receso". De igual modo, me llenó de orgullo y perplejidad el análisis confeccionado por el gigante Fernando Marías, Premio Nadal en 1991: "Reconozco que me ha costado soltarlo, lo he leído casi de un tirón. Su extraña propuesta argumental absorbe; su humor delirante me ha hecho, en algunos casos, reír con verdaderas ganas..."

Bien. Este libro es tan sólo una terapia ideada para todos aquellos cuyo deseo de abandonar el tabaquismo acaba por convertirse en una pesadilla obsesiva que convierte sus vidas en una vereda intransitable. En ningún caso pretendo demostrar nada, ni influir en la decisión que cada uno tome con respecto a sus adicciones; sí es mi objetivo, en cambio, ahondar en la idea de que la salud no es un Fin, sino un Medio para conseguir la Felicidad, como deduce un personaje llamado Astrid en el transcurso de una intensa conversación que forma parte del capítulo VI de la novela:

"El otro día estuve pensando y llegué a la conclusión de que dejar de fumar no es algo esencialmente bueno. Es bueno para mis pulmones y... En fin, es beneficioso para mi organismo. Concretando: eso a lo que llamamos “Dejar de Fumar” es bueno para la salud, ¿no? Sin embargo, no es algo que necesariamente proporcione la Felicidad. Quiero decir que si a mí, o a cualquiera, le hace feliz fumar, por la razón que sea, échele usted imaginación... Si a un humano le hace sentirse feliz el hecho de fumar, entonces “dejar de fumar” es casi una insensatez. ¿Qué es mejor, estar sano y sentirse miserable o no estarlo y ser feliz? El cementerio está lleno de personas que se suicidaron porque no eran felices, y seguro que muchas de esas personas estaban tan sanas como un jodido roble... Con perdón."

Algunas otras personalidades de las artes han tenido ya ocasión de profundizar en los vericuetos de esta historia: la exitosa escritora canaria María Sánchez Lozano, el genial filósofo Felipe Muñoz Plaza, o el mago de la producción musical Manuel G. Mantilla, son algunos ejemplos significativos. Todos ellos exploraron los recodos de esta laberíntica odisea, para finalmente admitir que estamos ante una novela más compleja y acertada de lo que el título podría presagiar.


Podéis comprar el libro, descargarlo, o simplemente leer su primer capítulo con sólo pinchar sobre la portada (a la derecha de este texto). Si estáis interesados en leerlo pero no deseáis comprarlo, poneos en contacto con el autor. Algo se le ocurrirá.