jueves, 8 de diciembre de 2011

Mi propia granja de contenidos



Cuando,  con expresiva melancolía, comenté a mi amigo Plinio Torres que la revista digital de la cual he sido colaborador durante año y medio podría convertirse próximamente en una "granja de contenidos", el pobre diablo se encogió de hombros y murmuró:

-¿De qué cojones hablas?

Traté de ser indulgente con su ignorancia e improvisé en su honor un minucioso retrato verbal que describía con sorprendente objetividad la anatomía de mi añorada Suite101.net... Le hablé de la creación de artículos, de los ladillos, de los enlaces internos; de las palabras clave, del fraude de click, de las alas caídas...


Hasta tal extremo fue adquiriendo prestancia mi discurso que, embelesado por el sonido de mi propia voz, perdí la cabeza y acabé hablando en inglés a mi pobre Plinio acerca del "Search Engine Optimization" (SEO), de la temibles "Content Farms" y hasta de una maldita cosa llamada "Spamdexing". Como era de esperar, llegados a este punto, Plinio decidió hacer uso de todos los conocimientos que había adquirido a lo largo de su efímera estancia en los suburbios de Liverpool:  

-What the fuck are you talking about?

Bien, una cosa es ser un ignorante y algo muy distinto ser un desalmado. Pero alguien dotado de ambas características resulta sin duda peligroso para la salud pública. Esto precisamente iba yo a replicar cuando Plinio tomó de nuevo la palabra:  

-Bueno, mi padre se fue una mañana a trabajar al banco con una media de nylon guardada en el bolsillo de su abrigo. Aseguró a todo el mundo que no pensaba robar el banco, sólo quería provocar una situación que pudiera posteriormente implantar en su diario... Además de comprobar si tenía las agallas que hacen falta para catar las sensaciones que produce estar en el interior de un banco con la cabeza metida en una media. Se encerró en su despacho y se puso la media. Allí había un espejo, según creo... Mala suerte. Miró al espejo y tuvo que quitarse la media de inmediato. Después reflexionó. Efectivamente, algo había sentido, algo abismal, inmenso. Un espejo no debía subyugarle hasta ese punto. Un espejo no es nada. Volvió a meter la cabeza en la media y, esta vez sí, sopesó la invitación del presente. Con sólo abrir la puerta de su despacho dejaría de ser un miserable. Tal vez dejó de serlo, pero se convirtió en un neurótico. Nunca abrió esa puerta... A partir de aquel día no pudo acudir al trabajo sin su media. Se la ponía nada más llegar y sólo se la quitaba cuando tenía visita. Le hizo un pequeño agujero a la altura de su boca. De este modo no tenía que quitársela ni siquiera para hablar por teléfono... Una mañana se dio cuenta en el autobús de que se le había olvidado la media. Volvió a casa a buscarla. Ya no podía vivir sin ella, sin las sensaciones que le hacía experimentar...


Si bien mis dudas en lo concerniente a la salud mental de Plinio habían nacido mucho tiempo atrás, debido en parte a lo incomprensible que siempre me resultó su costumbre de dar largos paseos por el cementerio ataviado con un vestido negro y una cofia, fue sin embargo aquella tarde, en las entrañas de su modesta residencia, cuando por primera vez creí comprender que mis conjeturas eran aún más certeras de lo que jamás había sospechado.

En fin... Al final, Plinio compró mi dibujo, eso era lo importante. Sí, el que podéis contemplar en el inicio del relato. Lo miró detenidamente y, después de recitar con aire desmayado el nombre la obra ("Sioux cuyo nombre me resulta difícil recordar"), me dijo:

-¿Lo ves? Cada persona es, en esencia, una jodida granja de contenidos. No entiendo por qué estás tan enfadado...


5 comentarios:

  1. Coincido, comparto, comprendo.
    Apruebo, acentúo, garantizo.
    Acepto, me conmuevo, y sufro.

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  2. Gran aportación, Maestro Ampuero. Hermoso mensaje que agradezco de corazón.

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  3. Ocurrente el amigo Plinio, aunque yo le diría que generalizar nunca es bueno, je. Uno es una granja de contenidos si se carga de datos que a la larga se vuelven inútiles por lo inconexos, por lo desjerarquizados, o por lo abstrusos en sí mismo. Pero el hombre, el ser humano, tiene la posibilidad de sistematizar los conocimientos, de sopesarlos, de discriminar lo útil de lo que no es, y aún, de vaciarse de contenidos, y mejor aún, de desapegarse emocionalmente de ellos.
    Eso último es lo más importante y lo más difícil. Sabio no es el que más conoce (acumulación de datos) sino el que mejor se integra y mejor resuelve, el que sobrevive y evoluciona.
    Muy entretenido el relato, por cierto, amigote del Olmo.

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  4. Me encantó tu análisis, querido Langella. Todos vamos poco a poco llenando nuestras alforjas con axiomas no fundamentados y conocimientos inútiles a lo largo de la vida, convirtiéndonos en granjas de contenidos, bien por falta de atención o debido elementos circunstanciales. Lo importante es darnos cuenta a tiempo de que esa catarsis que describes resulta imprescindible.

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  5. La acumulación de datos es la "intelligentzia" de la modernidad; los poderosos te estimulan a que te cargues de datos, para que te sientas inteligente. En realidad, lo que ocurre es que te distraés con boludeces, pensando "uh, cuánto sé", perdiendo de vista que lo "esencial es invisible a los ojos" (como decía tu tocayo, y lo de "perder de vista" pasa entonces a ser figurativo, desde ya, usté me capta).

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